CON LA MANO Y EL CORAZÓN EN ACCION

Managua, Nicaragua, 22/11/16
La caridad es el amor más fuerte, más noble y más elevado, y no tan solo un sentimiento de afecto.

Cuando los hombres y mujeres se unen en un sabio propósito de servicio a su semejante, están al servicio del Señor.



Marcos 8:
  • 34 Y llamando a la gente y a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz y sígame.
  •  35 Porque el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio la salvará.

La gente a menudo se pregunta, porque en el mundo hay tanto dolor y sufrimiento? Porque tanta indiferencia ante el dolor de millones de personas que viven en la pobreza o extrema pobreza en toda la tierra? Guerras y catástrofes naturales nos asedian a diario pero no buscamos la unidad para combatir todos esos males.


El amor es el valor supremo que da sentido a la vida, A través de ese amor, el ser humano puede obtener la misericordia divina que le permita cerrar heridas.




Mosíah  2;
·         17 Y he aquí, os digo estas cosas para que aprendáis sabiduría; para que sepáis que cuando os halláis al servicio de vuestros semejantes, solo estáis al servicio de vuestro Dios.





Durante muchos años, la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días ha participado activamente en proyectos de ayuda humanitaria y de fomento al desarrollo en todo el mundo. Dichos proyectos consisten en ayuda de emergencia en caso de desastre, así como en programas humanitarios que afianzan la autosuficiencia de las personas, las familias y las comunidades.





La Iglesia se esfuerza por proporcionar ayuda inmediata tras catástrofes. La Iglesia proporciona alimentos y otros tipos de suministros según sea necesario. 


  • “Debemos alimentar al hambriento, vestir al desnudo, proveer para la viuda, secar las lágrimas del huérfano y consolar al afligido dondequiera que los encontremos, ya sea que sean de esta Iglesia, de cualquier otra o no pertenezcan a ninguna…”José Smith, “Times and Seasons”, 15 de marzo de 1842


El Señor Jesús nos enseñó que amar a Dios era el primer mandamiento y que amar al prójimo era el segundo. Demostramos nuestro amor por Dios sirviéndonos los unos a los otros. Y amamos a quienes servimos. El servicio nos aporta una felicidad que nunca conseguiremos con el interés personal. Sucede con cosas grandes y pequeñas, en público y en privado, con amigos y desconocidos.




La Iglesia ayuda sin discriminación por afiliación religiosa, étnica o nacionalidad. Ofrece esperanza y la posibilidad de una vida que supere la enfermedad, la pobreza y la desesperación. Todo ello forma parte del plan de Dios de que llevemos las cargas los unos de los otros y actuemos como Sus manos en la tierra.



Obispo Presidente dijo:

El programa de bienestar de la Iglesia también ayuda a las personas que tienen necesidades a nivel local, a quienes ofrece ayuda temporal en forma de alimentos, ropa y en la búsqueda de empleo. A los que reciben ayuda se les da la oportunidad de trabajar a cambio de ella, cuando es posible.




El presidente Grant deseaba “un sistema que… tendiera la mano y cuidara de la gente sin importar cuál fuera el costo”. Dijo que incluso llegaría al punto de “cerrar los seminarios, suspender la obra misional por un lapso de tiempo o incluso cerrar los templos, pero que no dejarían que la gente pasara hambre”

Calle de Nefi, León



La autosuficiencia es producto de la vida providente y de ejercitar la autodisciplina económica. Desde el principio, la Iglesia ha enseñado que las familias —hasta donde les sea posible— tienen que asumir la responsabilidad de su propio bienestar temporal. A cada generación se le requiere aprender de nuevo los principios básicos de la autosuficiencia: evitar las deudas, implementar los principios de la frugalidad, prepararse para los tiempos de dificultades, escuchar y seguir las palabras de los oráculos vivientes, desarrollar la disciplina para distinguir entre las necesidades y los deseos, y entonces vivir de conformidad con esos principios.



El propósito, las promesas y los principios que reafirman la obra del cuidado del pobre y del necesitado se extienden mucho más allá de los límites de la vida terrenal. Esta obra sagrada no es sólo para beneficiar y bendecir a aquellos que sufren o que están necesitados. Como hijos e hijas de Dios, no podremos heredar la plenitud de la vida eterna sin estar completamente entregados al cuidado del uno al otro mientras estemos aquí en la tierra. Es mediante el benevolente ejercicio del sacrificio y de dar de nosotros mismos a los demás que aprendemos los principios celestiales del sacrificio y la consagración. Conferencia General abril 2011








Parque de Nefi, León















Recordando al amigo " Roberto Sequeira"








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