¿Qué sabemos acerca de la vida después de la muerte?
1 Pedro:
5 pero
ellos darán cuenta al que está preparado para juzgar a los vivos y a los
muertos.
6 Porque por esto también ha
sido predicado el evangelio a los muertos; para que sean juzgados en la carne
según los hombres, pero vivan en el espíritu según Dios.
7 Mas el fin de todas las
cosas se acerca; sed, pues, sobrios y velad en oración.
Por David A. Edwards
Revistas de la Iglesia
A través de las edades, infinidad de personas se
han hecho la pregunta que hizo Job: “Si un hombre muriere, ¿volverá a vivir?” (Job 14:14). El exclamar “¡sí!” en respuesta a esa
pregunta es el gran privilegio de aquellos que tienen un testimonio de
Jesucristo y de Su resurrección.
No obstante, muchas personas a nuestro alrededor
andan por la vida “sin Dios en el mundo” (Efesios 2:12) y deben distinguir entre diversos
conceptos y creencias en cuanto a la muerte. Por un lado, está la evidencia de
sus ojos, o la “cruda realidad” de que la muerte es universal y absoluta: nunca
han visto a nadie volver. Por otro lado, están los informes difundidos de las
experiencias que han tenido las personas clínicamente muertas, con notables
paralelos entre ellas. Y luego, está el hecho de que las culturas humanas
alrededor del mundo siempre han tenido un concepto de cierta clase de vida
después de la muerte; otra coherencia que merece una explicación.
Sin embargo, la certeza de que nuestra vida no termina con la muerte
proviene de Dios, quien lo ha revelado desde el principio por medio de
numerosos testigos, entre ellos: profetas, apóstoles y, sobre todo, el Espíritu
Santo.
Desde el principio
En esta tierra, el Plan de Salvación se enseñó
primeramente a Adán y a Eva, nuestros primeros padres. Ellos aprendieron acerca
del evangelio de Jesucristo y sobre cómo regresar a la presencia de nuestro
Padre Celestial, y comprendían que el regresar significaba
que habíamos estado con Él previamente. De modo que, desde el principio, Adán y
Eva sabían claramente que esta vida no lo es todo. Sabían —y lo enseñaron a sus
hijos— que gracias a la expiación de Jesucristo, serían resucitados después de
esta vida y que, si eran obedientes, recibirían la vida eterna (véase Moisés 5:10–12).
Las teorías seculares suponen que la creencia en
una vida futura es una consecuencia independiente de alguna necesidad
psicológica universal. Pero la idea generalizada de la vida después de la
muerte constituye, más bien, una especie de memoria ancestral o colectiva (si
no un recuerdo premortal) de lo que se reveló en el principio y que luego se
transmitió de generación en generación. Lo que el presidente Joseph F.
Smith (1838–1918) dijo una vez acerca de algunas prácticas religiosas comunes
también se aplica a las creencias comunes, tales como la vida después de la
muerte: “Sin duda, el conocimiento de [esta]… fue transmitido por la posteridad
de Adán a todas las tierras, y continuó… a través de Noé… a los que lo
sucedieron, extendiéndose a todas las naciones y los países” (“Discourse”, Deseret News, 19 de febrero de 1873, pág. 36).
Por lo tanto, la idea de una vida más allá de esta es muy generalizada
porque su origen coincide con el origen de la propia raza humana.
Verdades claras y preciosas
Como Santos de los Últimos Días, podemos llevar esperanza a aquellos que
viven sin Dios en el mundo al testificar con confianza sobre la verdad
referente a nuestra existencia: la muerte no es el final. Además, podemos
responder a muchas preguntas acerca de la vida después de la muerte a causa de
las verdades claras y preciosas del Evangelio restaurado que se han revelado. A
continuación figuran respuestas breves a algunas de esas preguntas.
¿Qué nos sucede inmediatamente
después de morir?
En el momento de la muerte, nuestro espíritu se
separa de nuestro cuerpo y entra en el mundo de los espíritus (véanse Santiago 2:26; Alma 40:11).
¿Cómo es nuestro espíritu?
Nuestros cuerpos de espíritu tienen la apariencia
que tenían en la vida preterrenal: cuerpos humanos en una forma adulta perfecta
(véanse Éter 3:16; Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Joseph F. Smith,
1998, págs. 140–141). Después de la muerte, nuestro espíritu tendrá las mismas
actitudes, los mismos apetitos y los mismos deseos que teníamos al momento de
nuestra muerte física en la tierra (véase Alma 34:34).
¿Qué es el espíritu?
El espíritu es una clase de materia, pero es “más
refinado o puro” (D. y C. 131:7).
¿Cómo es el mundo de los espíritus?
En el mundo de los espíritus hay dos estados o
divisiones principales entre los espíritus: el paraíso y la prisión de los
espíritus. Los espíritus justos van al paraíso, que es “un estado de descanso,
un estado de paz, donde descansarán de todas sus aflicciones, y de todo cuidado
y pena” (Alma 40:12). Se dice
que los espíritus de las personas que aún no han recibido el evangelio de
Jesucristo están encarcelados (véase 1 Pedro 3:18–20).
Aún pueden elegir lo bueno o lo malo y aceptar o rechazar el Evangelio, y los
espíritus que están en el paraíso les pueden predicar el Evangelio (véase D. y C. 138).
Aquellos cuyos espíritus y cuerpos están separados por mucho tiempo consideran
esa separación como “un cautiverio” (D. y C. 45:17; 138:50).
¿Qué es el cielo?
Por lo general, se entiende que el cielo es el lugar donde Dios habita y
donde la gente justa puede llegar a morar. En ese sentido, es diferente del
paraíso en el mundo de los espíritus.
¿Qué es el infierno?
En las Escrituras, infierno puede
referirse a una de dos cosas: (1) “La morada temporaria en el mundo de los
espíritus de quienes fueron desobedientes en esta vida mortal”, o (2) “La
morada permanente de aquellos que no son redimidos por la expiación de
Jesucristo” (Guía para el Estudio de las
Escrituras, “Infierno”, scriptures.lds.org). En un sentido general, es la condición
espiritual que sufren aquellos que han rechazado el Evangelio. José Smith
enseñó: “La gran miseria que se apodera de los espíritus de los que han muerto…
consiste en darse cuenta de que no han alcanzado la gloria que otros disfrutan,
la cual ellos mismos pudieron haber logrado; y son sus propios acusadores” (Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith,
2007, pág. 236).
¿Qué es la resurrección?
La resurrección es la reunión del espíritu y del
cuerpo en un estado perfecto e inmortal (véase Alma 11:43).
¿Quiénes serán resucitados?
Todas las personas que hayan vivido sobre la tierra
serán resucitadas (véanse 1 Corintios 15:22; Alma 11:44).
¿Cuándo seremos resucitados?
Las personas serán resucitadas en diferentes
momentos. La resurrección de Jesucristo dio comienzo a la Primera Resurrección,
o a la resurrección de los justos. Desde entonces, algunas personas justas ya
han sido resucitadas. Después de la segunda venida de Jesucristo, muchas más
personas justas serán resucitadas. Durante el Milenio, serán resucitadas otras
personas buenas. Los inicuos serán resucitados después del Milenio (véanse D. y C. 76:32–112; 88:97–101).
¿Qué apariencia tienen los cuerpos
resucitados?
Los cuerpos resucitados son de carne y huesos
(véase Lucas 24:39),
inmortales (véase Alma 11:45),
perfectos (véase Alma 11:43),
gloriosos y bellos. “No hay nada más bello que mirar a un hombre o a una mujer
resucitados” (Presidente Lorenzo Snow [1814–1901], The Teachings of Lorenzo Snow, editado por
Clyde J. Williams, 1996, pág. 99).
¿Qué ocurre después de que somos
resucitados?
Después de que todas las personas hayan sido
resucitadas y el Milenio haya terminado, seremos llevados a la presencia de
Dios para ser juzgados de acuerdo con nuestras palabras, nuestras obras,
nuestros pensamientos y nuestros deseos (véanse Apocalipsis 20:12; Alma 12:14; D. y C. 137:9).
Jesucristo será nuestro Juez (véanse Juan 5:22, 27–29; Romanos 14:10).
¿Qué ocurre después del Juicio Final?
Después del Juicio Final, recibiremos una de las siguientes recompensas
eternas:
El Reino Celestial: el
hogar de nuestro Padre Celestial, de Jesucristo y de todos los que se han hecho
acreedores de la vida eterna al hacer y guardar todos los convenios del
Evangelio (véase D. y C. 76:50–70).
El Reino Terrestre: el
hogar de las personas buenas que no aceptaron el evangelio de Jesucristo, pero
que lo recibieron en el mundo de los espíritus; o que no fueron valientes en el
testimonio de Jesucristo en la vida (véase D. y C. 76:71–80).
El Reino Telestial: el
hogar de los que fueron inicuos y no aceptaron el evangelio de Jesucristo,
quienes no fueron resucitados hasta después del Milenio (véase D. y C. 76:81–89).
Castigo eterno: el estado final de los hijos de perdición,
así como del diablo y de sus ángeles (véase D. y C. 76:31–49).
¿Qué harán las personas en el Reino
Celestial?
Los que heredan el grado más alto del Reino
Celestial serán exaltados, lo que significa que tendrán la vida eterna,
llegarán a ser como nuestro Padre Celestial y recibirán todo lo que el Padre
tiene. Llegar a ser como nuestro Padre Celestial significa adquirir Sus
atributos de perfección, incluso el amor y el servicio1.
También significa participar en Su obra y Su gloria, que es “llevar a cabo la
inmortalidad y la vida eterna del hombre” (Moisés 1:39). La exaltación incluye ser sellados en
matrimonio por la eternidad, vivir en familias eternas y tener descendencia
eterna (véanse D. y C. 76:59, 62; 130:2; 132:19–23.)
¿Qué harán las personas en los otros
reinos?
Los que estén en otros reinos serán ángeles que
“son siervos ministrantes para ministrar a aquellos que son dignos de un peso
de gloria mucho mayor, y predominante, y eterno” (D. y C. 132:16). No
se casarán ni tendrán progenie en espíritu (véanse D. y C. 131:1–4; 132:16–17).
Referencia Liahona, Junio 2016-SUD
1 Pedro:
5 pero
ellos darán cuenta al que está preparado para juzgar a los vivos y a los
muertos.
6 Porque por esto también ha
sido predicado el evangelio a los muertos; para que sean juzgados en la carne
según los hombres, pero vivan en el espíritu según Dios.
7 Mas el fin de todas las
cosas se acerca; sed, pues, sobrios y velad en oración.
En el momento de la muerte, nuestro espíritu se separa de nuestro cuerpo y entra en el mundo de los espíritus (véanse Santiago 2:26; Alma 40:11).
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