RESUCITÓ DE ENTRE LOS MUERTOS
EL HA RESUCITADO
Este
es un buen tiempo para recordar el amor de Jesús para todas las generaciones pasadas
y presente. Él dio su vida en ofrenda para limpiar nuestras manchas, El limpio nuestros
vestidos.
Estas
fueron sus palabras y son nuestras, escuchémosle y sigámosle:
·
Yo
soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste
lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podréis hacer.
·
Si
permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid v todo lo que
queréis, y os será hecho.
·
En
esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis
discípulos." (Juan
15:3-5, 7-8.)
RESUCITÓ DE ENTRE LOS
MUERTOS
Por el Elder
Delbert L. Stapley del Consejo de los Doce / abril de 1976
Al acercarnos a la celebración de la Pascua, el corazón y los
sentimientos de los cristianos se conmueven ante el sacrificio de la vida y la
resurrección del Señor Jesucristo.
Poco tiempo antes de que lo traicionaran, Cristo elevó sus ojos
hacia el cielo y rogó fervientemente por sus discípulos, e hizo esta profunda declaración:
·
"Y esta es la vida
eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien
has enviado" (Juan 17:3).
Conocer a Dios el Padre y a su amado Hijo Jesucristo, nuestro
Redentor y Salvador es obtener vida eterna.
¿Conoce verdaderamente la humanidad sus atributos, característica
y poder?
Seguramente se puede adquirir dicho conocimiento; de otro modo
nuestro Salvador nunca hubiera hecho esa declaración.
Cuando Felipe le dijo a Cristo: "Señor, muéstranos el Padre,
y nos basta. Jesús le dijo: ¿Tanto
tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre;
¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el
Padre?" (Juan 14:89).
Pablo declaró a los santos de Corinto que Cristo "es la
imagen de Dios" (2 Cor. 4:4), y a los hebreos que
Cristo es a "la imagen misma de su sustancia" (Heb. 1:3). Es lógica que el
Unigénito del Dios Eterno sea la imagen misma de la sustancia de su padre. Toda
forma de vida produce vida similar, toda persona tiene alguna semejanza con su padre
terrenal, y lo terrenal es semejante a lo celestial.
En la revelación moderna aprendemos que Set, el hijo de Adán,
"fue un hombre perfecto, y su semejanza fue la imagen expresa de su padre,
tanto así que se parecía a su padre en todas las cosas, y solamente por su edad
se podían distinguir" (D. y C. 107:43). ¿Se refería a esto Cristo cuando le dijo a Felipe: "El
que me ha visto a mí, ha visto al Padre?" (Juan 14:9).
Esta declaración concuerda asimismo con la revelación moderna de
que Dios "el Padre tiene un cuerpo de carne y huesos, tangible como el del
hombre" (D. y C. 130:22).
Jesús dijo: "No puede el Hijo hacer nada por sí mismo,
sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo
hace el Hijo igualmente" (Juan
4:19).
'También dijo: "Cuando hayáis levantado al Hijo del
Hombre, entonces conoceréis que yo soy, y que nada hago por mí mismo, sino que
según me enseñó el Padre, así hablo" (Juan 8:28).
Aquí Cristo nos hace saber que estaba siguiendo el ejemplo y las
enseñanzas de su Padre y la obra que su Padre había llevado a la práctica
previamente en su propia experiencia, lo que prueba que tanto el Padre como el
Hijo poseen características individuales, atributos y poderes semejantes.
Cuando Tomás le preguntó al Señor:
·
"¿cómo, pues, podemos
saber el camino?, Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al
Padre, sino por mí" (Juan14:5-6).
·
"Porque no hay otro
nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos", declaró el apóstol Pedro a los gobernantes, ancianos y escribas
judíos (Hechos 4:12).
Mientras Jesús atravesaba el pórtico de Salomón, los judíos se acercaron
a Él y le preguntaron solemnemente:
·
"Si tú eres el Cristo,
dínoslo abiertamente", y Jesús les respondió diciendo: "Las
obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí"
(Juan 10:24-25).
En verdad las obras, milagros y enseñanzas de Cristo, las
apariciones y confirmaciones celestiales por parte de personajes angélicos, y
las declaraciones de Dios el Padre en la presencia de testigos acreditados, testifican
completamente y en forma concluyente de que Cristo es el Hijo Unigénito de Dios
en la carne, nuestro Redentor, Salvador y Señor.
Luego de su ministerio terrenal, su muerte en la cruz y la
gloriosa resurrección de entre los muertos, Cristo apareció ante sus discípulos
y en esta forma les hizo comprender las escrituras concernientes a Él, al ver
que todo lo que estaba escrito sobre los acontecimientos de su vida, muerte y
resurrección, se había cumplido.
Entonces les dijo:
·
"Y vosotros sois testigos de estas
cosas" (Lucas 24:48).
E1 apóstol Pedro enseñó a Cornelius y a los de su casa, el propósito
del Cristo, su ministerio terrenal, su muerte y resurrección, declarando que
Dios había mostrado abiertamente al Señor resucitado, "No a todo el
pueblo, sino a los testigos que Dios había ordenado de antemano, a nosotros que
comimos y bebimos con El después que resucitó de los muertos . . . de éste dan
testimonio todos los profetas" (Hechos
10:41-43).
Los profetas que vivieron antes de Cristo, testificaron su venida
y profetizaron lo suficiente concerniente a su vida, ministerio, obras y milagros,
como para identificarlo con absoluta certeza.
También predijeron su muerte en la cruz y la resurrección a la
gloria, como un acto para sellar su ministerio y su comisión divina de
sacrificarse por los pecados del hombre.
Juan el Bautista, quien preparó el camino para el ministerio de
Jesús, recibió una seña por la cual podría conocer al Hijo de Dios. Cuando vio
que se acercaba, les dijo a sus discípulos:
·
"He aquí el Cordero de Dios, que
quita el pecado del mundo" (Juan
1:29).
Dios el Padre también habló desde los cielos testificando de su
Hijo a todos los profetas reunidos en el bautismo de Cristo: "Este
es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia" (Mateo 3:17).
En respuesta a la pregunta del Señor a Pedro, "¿quién decís que soy yo?",
el Apóstol declaró con énfasis, "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios
viviente" (Mateo 16:15-16).
Aun los espíritus sucios y malvados, que lo conocieron en el mundo
preexistente, le reconocieron en la carne y hablaron con conocimiento positivo
llamándole:
·
"Jesús, Hijo del Dios Altísimo"
(Lucas8:28).
Las obras y los milagros de Cristo, las evidencias y los
testimonios de testigos fieles y verídicos en cuanto a todo lo que habían visto
y oído, aun la voz de Dios hablando desde las alturas, son una prueba convincente
de que Jesús no era simplemente un hombre de buenos principios y un gran
maestro, sino el mismo Hijo de Dios, el Redentor y Salvador del mundo, el
ejemplo para toda la humanidad; conocerlo, amarlo y seguirlo significa obtener
la vida eterna.
Además, las otras evidencias y testimonios de testigos verdaderos que
vieron al Señor resucitado, prueban que Él vive, y el ángel Gabriel declaró a
María, la madre de Jesús, que "su reino no tendrá fin" (Lucas 1:33).
Luego de su crucifixión se verificaron muchas apariciones del Señor
resucitado a sus discípulos. Mencionaré algunas de ellas en forma breve:
Primero, a María Magdalena (Juan 20:16-18). Segundo, a los dos discípulos en su
camino a Emaús (Lucas 24:13-35).
Tercero, a sus discípulos que se encontraban reunidos después de
su resurrección, a los que les dijo:
·
"Mirad mis manos y mis pies
. . . palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que
yo tengo" (Lucas 24:34-40).
Cuarto, Lucas nos dice que Cristo "se presentó vivo con
muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y
hablándoles acerca del reino de Dios" (Hechos
1:3).
Quinto, el apóstol Pablo testifica que después que Cristo hubo
resucitado "apareció a Cefas, y después a los doce, después apareció a más
de quinientos hermanos a la vez. "Después apareció a Jacobo; después a
todos los apóstoles", y por último, a Pablo mismo (1 Corintios 15:5-8).
Sexto, el relato final de los testigos del Nuevo Testamento es altamente
significativo, pues proporciona esperanza y fe en cuanto al futuro de todos los
hijos de Dios y trata de un importante evento acontecido después de la
resurrección de Cristo, luego de los cuarenta días que dedicó a sus discípulos,
enseñándoles e instruyéndoles en las cosas de su reino: "Y habiendo dicho
estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de
sus ojos.
Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que
él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras
blancas, los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por
qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tentado de
vosotros al cielo, así vendrá como lo habéis visto ir al cielo." (Hechos 1:9-11.)
Cristo fue recibido en los cielos con su cuerpo resucitado; si ha
de regresar de la misma manera en su segunda venida, tal como está escritura lo
afirma, vendrá con el mismo cuerpo. Esto se reafirma por medio de una profecía
hecha a una rama de la casa de Israel, que ha de preguntar al Señor en su
segunda venida" ¿Qué son estas
heridas en tus manos y en tus pies?"
Entonces sabrán que yo soy e1 Señor, porque les diré: Estas
son las llagas que recibí en la casa de mis amigos. Yo soy el que fue levantado.
Soy Jesús quien fue crucificado. Yo soy el Hijo de Dios. (D. y
C. 45:51-52; véase también Zacarías 13:6.)
En el Libro de Mormón, uno de los cuatro libros canónicos o
Escrituras de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, se encuentra
registrado un hermoso relato de la visita de Cristo al pueblo de este
continente, luego de su resurrección. En esa aparición, Dios el Padre habló
desde los cielos diciendo: "He aquí a mi Hijo Amado, en quien me
complazco, en quien he glorificado mi nombre: a él oíd." (3Nefi 11:7.)
En esa ocasión Jesucristo también se anunció a sí mismo diciendo: "He
aquí, soy Jesucristo, de quien los profetas testificaron que vendría al
mundo" (3
Nefi 11:10).
Al recibir la invitación del Señor, la multitud tuvo el privilegio
de adelantarse en orden, de acuerdo al relato histórico, "para que podáis meter
vuestras manos en mi costado, y palpar las marcas de los clavos en mis manos y
pies, a fin de que sepáis que soy el Dios de Israel, y el Dios de toda la
tierra, y que he muerto por los pecados del mundo." (3 Nefi 11:14.)
·
"Y cuando todos se
hubieron acercado y visto por sí mismos, clamaron a una voz:
·
¡Hosana! ¡Bendito sea el
nombre del Más Alto Dios! Y cayeron a los pies de Jesús, y lo adoraron." (3 Nefi 11:16-17.)
A través de esta demostración amigable, Jesús les aseguró a
aquellos que se encontraban reunidos que Él era en verdad el Señor resucitado, tal
como lo habían predicho varios de sus profetas. Todas estas evidencias y
testimonios de testigos son persuasivas y convincentes para aquel que busque la
verdad, la luz y el conocimiento concernientes a Dios y a su amado Hijo.
La humanidad no necesita luchar en las tinieblas para obtener la
fe en el único Dios verdadero, en Jesucristo su Hijo, y en el plan de vida y
salvación del evangelio.
El Consolador, o Espíritu Santo, a quien Cristo prometió que
enviaría, es el Espíritu de verdad y el que guía a sus seguidores a toda la
verdad. El Espíritu Santo testifica del Padre y del Hijo, y es un Maestro y
también un revelador. Escuchad la declaración de Pedro de que: "los
santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo"
(2 Pedro 1:21), y la declaración de Pablo:
"Nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo"
(I Corintios 12:3). Juan, el Apóstol amado, enseñó:
·
"Este es Jesucristo,
que vino mediante agua y sangre; no mediante agua solamente, sino mediante agua
y sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio; porque el Espíritu es la
verdad." (I Juan 5:6.)
De acuerdo con estas declaraciones de las escrituras el testimonio
del Espíritu Santo, el cual todos los hombres que son dignos pueden poseer,
tiene el poder de dotar de conocimiento, entendimiento, fe y testimonio de la
verdad a aquellos que lo busquen fervientemente. Un profeta escritor de la
historia y doctrina del Libro de Mormón, dio este sabio y comprensible consejo
y amonestación:
·
"Y cuando recibáis estas
cosas, quisiera exhortaros a que preguntaseis a Dios el Eterno Padre, en el
nombre de Cristo, si no son verdaderas estas cosas; y si pedís con un corazón
sincero, con verdadera intención, teniendo fe en Cristo, él os manifestará la
verdad de ellas por el poder del Espíritu Santo;
·
Y por el poder del Espíritu
Santo podréis conocer la verdad de todas las cosas." (Moroni 10:4-5.)
Todo individuo puede comprender esta promesa si está dispuesto a humillarse
y a buscar la luz, el conocimiento y la inteligencia que fluyen de Dios a
través del Espíritu Santo. Por ese poder os testifico que conocer al único Dios
verdadero y a Jesucristo, quien es en verdad nuestro Señor, nuestro Redentor
Salvador, es vida eterna.
Para
finalizar me uno al primer Profeta de esta dispensación de los últimos días,
cuando declaró:
"Y
ahora, después de los muchos testimonios que se han dado de él, este
testimonio, el último de todos, es el que nosotros damos de él: ¡Que
vive!" (D. y C. 76:22).
Os
presento esta evidencia de hechos y verdad, humildemente y en el nombre del Señor
Jesucristo. Amén.
Fuente: Discursos de Conferencias Generales
1976-1978 - pág. No. 61,62
Pedro Avilés zapata - Norelly Learning
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