"¿QUÉ ES LA VERDAD?" ..................
Cierto es que muchos están
buscando la verdad en el mundo; sin embargo, en su búsqueda, algunos siguen
senderos que únicamente pueden llevarlos en la dirección opuesta: senderos de
avaricia, ambición, envidia, ira y orgullo. Ciertamente el mayor enemigo de la verdad
y la paz es el egoísmo, y con él, el deseo de acumular tesoros en la tierra y
se apartan de la verdad.
Esto trae a nuestra memoria la
parábola del Buen Maestro, como se encuentra en el evangelio de Lucas:
“Le dijo uno de la multitud:
Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia.
“Más él le dijo: Hombre, ¿quién
me ha puesto sobre vosotros como juez o partidor?
“Y les dijo: Mirad, y guardaos
de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los
bienes que posee.
“También les refirió una
parábola diciendo: La heredad de un hombre rico había producido mucho.
“Y él pensaba dentro de sí,
diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo donde guardar mis frutos?
“Y dijo: Esto haré: derribaré
mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis
bienes;
“y diré a mi alma: Alma, muchos
bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate.
“Pero Dios le dijo: Necio, esta
noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?
“Así es el que hace para sí
tesoro, y no es rico para con Dios” (Lucas 12:13-21).
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Buscad la verdad y tendrás paz
en tu corazón.
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Elder John H. Vandenberg
John Henry Vandenberg (18 de diciembre de 1904 - 3 de junio de 1992) fue el noveno Obispo Presidente de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (Iglesia SUD) de 1961 a 1972. También fue Asistente del Quórum de la Doce Apóstoles de 1972 a 1976 y como miembro del Primer Quórum de los Setenta de 1976 a 1978. Fue designado autoridad general emérita en 1978.
Vandenberg nació en Ogden , Utah , a una pareja de inmigrantes de los Últimos Días de los Países Bajos . De joven, asistió a la Academia Weber y en 1925 comenzó una misión a los Países Bajos, donde conoció a su futura esposa, una joven conversa holandesa llamada Ariena Stok. Se casaron en el Templo de Salt Lake el 10 de junio de 1930 y fueron los padres de dos hijas.
"¿QUÉ ES LA VERDAD?"
Élder John H. Vandenberg del Primer
Quórum de los Setenta
Han transcurrido solamente siete días desde que cantidad de
personas asistieron a servicios de adoración especiales, y escucharon himnos y
sermones en conmemoración del más importante acontecimiento:
la crucifixión y resurrección de Jesucristo, nuestro Señor y
Salvador.
Al meditar en ese milagro, mis pensamientos se concentraron en el
momento en que los judíos ataron a Jesús y lo llevaron ante el tribunal.
Las Escrituras nos dicen al respecto:
"Entonces Pilato volvió a entrar en el pretorio, y llamó a
Jesús y le dijo: ¿Eres tú el Rey de los
judíos?
Jesús le respondió: ¿Dices
tú esto por ti mismo, o te lo han dicho otros de mí?
Pilato le respondió: ¿Soy yo
acaso judío? Tu nación, y los principales sacerdotes, te han entregado a
mí. ¿Qué has hecho?
Respondió Jesús: Mi reino no
es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían
para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí.
Le dijo entonces Pilato: Luego, ¿eres tú rey? Respondió Jesús: Tú
dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al
mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi
voz.
Le dijo Pilato: ¿Qué es la verdad? Y cuando hubo dicho esto, salió
otra vez a los judíos, y les dijo: Yo no hallo en él ningún delito." (Juan 18:33-38.)
Sin embargo, negociaciones subsiguientes entre Pilato y los
acusadores de Jesús decidieron su crucifixión.
Con la pregunta "¿Qué es la verdad'?" Pilato dejó
a Jesús sin concederle la cortesía de una respuesta. Uno se pregunta, ¿por qué? Su actitud nos hace creer que
Pilato, quizás al igual que otros, temía a la verdad y no quería enfrentarla,
para no tener que tomar sobre sí la disciplina y la responsabilidad que le son
inherentes.
Jesús dijo: "Todo aquel
que es de la verdad, oye mi voz". Los que son "de la verdad" son aquellos que la
buscan con sinceridad. Toda la humanidad debería buscar la verdad porque es la
esencia suprema de la vida.
Es apropiado que recordemos las palabras de Jesús:
"Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para
dar testimonio de la verdad." (Juan 18:37.) .
¡La verdad es conocimiento! "Y esta es la vida eterna: que te
conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has
enviado" (Juan
17:3). La verdad definida se encuentra en el Evangelio de Jesucristo.
Durante el ministerio del Salvador en la tierra, El organizó su
Iglesia, escogiendo a hombres humildes y sinceros para que fueran sus
Apóstoles. Vivió con ellos: viajó con ellos; les enseñó; efectuó milagros
delante de ellos; los ordenó, confiriéndoles autoridad y poder.
Todo esto en preparación para enviarlos al mundo a declarar su
Evangelio.
En cierta ocasión, mientras viajaba con ellos, sucedió lo
siguiente:
"Viniendo Jesús a la región de Cesárea de Filipo, preguntó a
sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen
los hombres que es el Hijo del Hombre`?
Ellos dijeron: Unos, Juan el
Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o algunos de los profetas.
Él les dijo: Y vosotros, ¿quién
decís que soy yo?
Respondiendo Simón Pedro. Dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del
Dios viviente.
Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres. Simón, hijo de
Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los
cielos.
Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca
edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra
ella." (Mateo 16: 13-18.)
La roca de revelación es el cimiento de su Iglesia. El principio
de la revelación es indispensable en la Iglesia y es inherente a los asuntos de
Dios, mientras El dirige a sus hijos por intermedio de sus profetas. La Iglesia
de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días fue restaurada bajo el poder y
la autoridad de la revelación divina.
A comienzos del siglo diecinueve, un sincero joven llamado José
Smith. Que buscaba la verdad, encontró en la Epístola de Santiago —- escrita a
las "doce tribus esparcidas por el
mundo" (Santiago
1: l) — estas significativas palabras:
"Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a
Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Pero
pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del
mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra.
No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del
Señor." (Santiago 1:5-7.)
Con tal invitación celestial a la verdad. José Smith se aventuró
dentro de la esfera de la oración, recibió el conocimiento de dos personajes, el
Padre y el Hijo, y el Salvador le dio instrucciones. En respuesta a la pregunta
de José, se le dijo que ninguna de las iglesias existentes era verdadera; que
"con los labios me honran, más su corazón lejos está de mí: enseñan como
doctrinas mandamientos de hombres teniendo apariencia de piedad, más negando la
eficacia de ella" (José
Smith 2: 19).
En esa ocasión se le dieron más instrucciones, y se le dijo que
sería el instrumento de Dios para restaurar su verdadera Iglesia sobre la tierra.
"Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su
secreto a sus siervos los profetas." (Amós 3:7.)
Más adelante, en 1841,
once años después de la organización de la Iglesia restaurada, se le pidió a
José Smith que formulara una breve declaración con respecto a las creencias de
la Iglesia; lo que él escribió se conoce como Artículos de Fe. Los artículos ocho y nueve expresan nuestra
creencia con respecto a la revelación proveniente de fuente divina.
"Creemos que la Biblia es la palabra de Dios hasta donde esté
traducida correctamente; también creemos que el Libro de Mormón es la palabra
de Dios.
Creemos todo lo que Dios ha revelado, todo lo que actualmente
revela, y creemos que aún revelará muchos grandes e importantes asuntos pertenecientes
al reino de Dios."
Sabemos que la Biblia es el compendio de los mensajes que Dios ha revelado
a los profetas para el beneficio y la guía de los hijos de Dios aquí en la
tierra. La Biblia es el cimiento de nuestra biblioteca religiosa; se nos ha
entregado en una manera honorable, es muy necesaria en este mundo moderno, y
contiene mucho de lo que necesitamos saber.
¿Cómo habríamos sabido de Jesús si se hubieran perdido los
registros?
Pensad en las reveladoras palabras de Juan:
"En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el
Verbo era Dios.
Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas,
y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.
En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres...
En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le
conoció." (Juan 1: 1-4, 10.)
Jesús fue el Creador de este mundo y de todas las cosas que hay en
él. Él es el mismo Jehová que reveló su voluntad a los profetas, introduciendo así
todas las dispensaciones del evangelio.
La Biblia, sin embargo, no contiene todas las revelaciones que se han
recibido.
Mediante la revelación moderna, el Libro de Mormón vino al mundo por
intermedio del profeta José Smith. Es un nuevo testigo de Jesucristo y revela
que su Evangelio fue conocido por los antiguos habitantes de las Américas, a
quienes El visitó después de Su ascensión. Jesús se refirió a estos habitantes
como sus "otras ovejas" (véase Juan 10:16), porque en sus venas tenían la sangre de Israel.
Mediante la revelación moderna sabemos ahora que Adán recibió el evangelio.
Se ha revelado que:
"Adán y Eva, su esposa, invocaron él nombre del Señor; y
oyeron que les hablaba la voz del Señor... mas no lo vieron, porque estaban excluidos
de su presencia.
Y les mandó que adorasen al Señor su Dios, y que ofreciesen las primicias
de sus rebaños, como ofrenda al Señor. Y Adán fue obediente a los mandamientos
del Señor.
Y pasados muchos días, un ángel del Señor se apareció a Adán, y le
dijo: ¿Por qué ofreces sacrificios al Señor?
Y Adán le contestó: No sé, sino que el Señor me lo mandó.
Entonces el ángel le habló, diciendo: Esto es a semejanza del
sacrificio del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Por consiguiente, harás cuanto hicieres en el nombre del Hijo; y
te arrepentirás e invocarás a Dios en el nombre del Hijo para siempre jamás.
Y ese día descendió sobre Adán el Espíritu Santo que da testimonio
del Padre y del Hijo, diciendo: Soy el
Unigénito del Padre desde el principio, desde ahora y para siempre, para que
así como has caído puedas ser redimido; también todo el género humano, aun
cuantos quisieren." (Moisés
5:4-9.)
La Biblia nos da muy poca información concerniente a Enoc; pero ahora
sabemos más respecto a este gran Profeta, pues la revelación de los últimos
días nos da a conocer su pueblo. Enoc dice:
"El Señor que habló conmigo es el
Dios del cielo; es mi Dios y vuestro Dios" (Moisés 6:43). Él explicó a Enoc todo el plan de salvación, o sea, el Evangelio
de Jesucristo, según se le declaró a Adán.
Ahora sabemos más de Noé:... el Señor consagró a Noé según su
propio orden, y le mandó que saliese a declarar su evangelio a los hijos de los
hombres, aun como fue dado a Enoc.
Y sucedió que Noé continuó su predicación al pueblo, diciendo:
Escuchad, y dad oído a mis palabras;
Creed y arrepentíos de vuestros pecados; bautizaos en el nombre de
Jesucristo, el Hijo de Dios, aun como nuestros padres, y recibiréis el Espíritu
Santo, a fin de que se os manifiesten todas las cosas; y si no lo hacéis, os
cubrirán las aguas. Sin embargo, no escucharon." (Moisés 8:19, 23-24.)
Ahora sabemos más de Abrahán; Jehová le habló y le dijo:
"Me llamo Jehová, y conozco el fin desde el principio; por
tanto, mi mano te cubrirá.
Y haré de ti una nación grande,... y serás una bendición a tu
simiente después de ti, para que en sus manos lleven este ministerio y
sacerdocio a todas las naciones." (Abrahán 2:8-9.)
El mostró a Abrahán la visión de la preexistencia de la humanidad.
"Y el Señor me había mostrado a mí, Abrahán. Las
inteligencias que fueron organizadas antes que el mundo fuese; entre todas
éstas había muchas de las y nobles y grandes, Y Dios vio estas almas, y eran
buenas... y él dijo: Abrahán, tú eres uno
de ellos: fuiste escogido antes de nacer." (Abrahán 3:22-23.)
Si continuáramos revisando todas las revelaciones modernas, nos daríamos
cuenta de que éste es el tiempo del que Pablo habló a los Efesios, "de
reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de todos
los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la
tierra" (Efesios 1:10).
El evangelio nos revela la necesidad de que Jesús se ofreciera a
sí mismo para ser sacrificado por los pecados del hombre, a fin de que toda la
humanidad pudiera ser redimida, que el hombre pueda ser salvo por creer en El y
en todas sus enseñanzas, obedecerlo, y ser verdadero oidor de Su palabra.
Escuchar, aprender y obedecer todas estas amplias verdades, es responsabilidad
de toda una vida.
Se ha dicho de nuestra creencia en la revelación divina:
"Esta declaración de creencia religiosa en la fuente Divina
de la verdad, y su revelación al hombre, abarca toda verdad en el universo — revelada
o por revelarse— dada a conocer por medio de la inspiración del Todopoderoso,
que da entendimiento al espíritu del hombre en sus descubrimientos de las cosas
materiales de la vida, o manifestada en cosas invisibles a los ojos mortales.
Abarca toda verdad científica, toda verdad histórica, toda verdad filosófica o
lógica, o hecho demostrado.
Tal es el alcance de la religión revelada. Este es el sistema de ley
y orden que prevalece bajo el control celestial. Es el Evangelio de Jesucristo".
(God's Covenant Race, or James H. Anderson, 2da. ed.. Salt p Lake City: Deseret News press,
1938, pág. 132.).
Os invitamos a considerar las verdades que se han dicho desde este
púlpito, y la sugerencia de un antiguo poeta que dijo:
"No aceptéis una opinión porque sea nueva, más buscad
asiduamente; rechazadla si es falsa.
Abrazadla si es verdadera.
Ojalá que podamos hacerlo en devota actitud.
Os doy testimonio de la verdad, de que la oración y la revelación
son indispensables para alcanzar la vida eterna, y lo hago en
el nombre de Jesucristo. Amén.
Discursos de
Conferencias Generales - 1976 – 1978 , pág. No. 348
Pedro Avilés Z – Norelly
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