¿POR QUE ANDA ERRANTE MI HIJO ESTA NOCHE?

Podemos aceptar el principio de que nuestros hijos son bendecidos con el albedrío, aun cuando lo utilicen para tomar una dirección con la que no estemos de acuerdo.


En las Escrituras encontramos muchas Familias que han tenido dificultades con sus hijos, Saríah y Lehi tuvieron hijos que se apartaron de las enseñanzas de sus padres (véase 1 Nefi 2:8–12).

La parábola del Hijo Pródigo nos enseña sobre el gozo que sentimos cuando regresa alguien que se había perdido (Lucas 15:20–24).


El siguiente mensaje debe de hacernos comprender, que debemos de estar preparados para cualquier acontecimiento.
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¿POR QUE ANDA ERRANTE
MI HIJO ESTA NOCHE?



Presidente N. Eldon Tanner
Primer Consejero en la Primera Presidencia
Discurso pronunciado en la Conferencia General de octubre de 1974


Al dirigiros la palabra en este hermoso domingo, humildemente ruego que el Espíritu y las bendiciones del Señor nos acompañen y permanezcan con nosotros siempre.

Recuerdo perfectamente, y tal vez muchos de vosotros también lo recordéis, haber cantado la canción “¿Dónde está esta noche mi hijo errante?” Nuestro amado Presidente y Profeta; Spencer W. Kimball, solía cantarla con tanto sentimiento y emoción, que conmovía hasta las lágrimas.

Permitidme leeros la letra.
“¿Dónde está esta noche mi hijo errante,
el objeto de mis tiernos cuidados?

El que una vez fue mi gozo y mi luz,
el hijo de mi amor y mi esperanza.

El que era puro como el rocío de la mañana,
el que junto a su madre se arrodillaba.

No había faz más radiante,
ni corazón más límpido;
no había otro más dulce que él.

¡Oh! ¿Dónde está esta noche
mi hijo errante?”

Autor —Anónimo

Esta mañana quisiera reestructurar esta pregunta y decir: ¿Por qué anda errante mi hijo esta noche?, y aplicarlo a todos aquellos que andan errantes.

De acuerdo con la explicación del diccionario, errar es hablar, moverse, o andar sin destino fijo, sin plan ni propósito; vagar sin una meta, de un lado a otro.

Teniendo en cuenta estas definiciones, quisiera discutir hoy la pregunta: ¿Por qué andan tantas personas errantes en la actualidad?

Es evidente que a través de las edades, los pueblos han errado por toda la tierra, y muchos han sido y son los que jamás encontraron el camino de regreso del desierto en el que se han perdido. El diccionario describe el desierto como un lugar despoblado y árido, completamente solitario; y por lo tanto, cualquiera que ande errante por la vida, y sin rumbo ni meta fijos, confuso y desorientado, desperdicia el precioso tiempo que le fue dado para pasar por la prueba y desarrollarse en esta importante etapa de su existencia.


Supongo que en determinado momento de la vida, todos nosotros nos hemos sentido de alguna manera desorientados, un poco perdido con respecto a nuestra meta o propósitos, o dicho de otro modo, errante en el desierto. Consideremos algunos de los motivos que podemos tener para andar errantes:

Satanás y sus numerosos seguidores, hombres malignos, insidiosos y arteros, están determinados a mantener al hombre errante en el desierto, para poder así destruirlo y desbaratar la obra del Señor. Adán y Eva se convirtieron en los primeros que habían de andar errantes por la tierra cuando, en lugar de escuchar al Señor, siguieron los consejos de Satanás. Fueron entonces echados del Jardín de Edén y pasaron por un período de extravío, hasta que se comprometieron a guardar los mandamientos del Señor.

Caín decidió seguir a Satanás, y como consecuencia mató a su hermano, Abel. Entonces él también fue echado y forzado a andar errante en el desierto de sus transgresiones, como sucedió con tantos otros individuos y aun con otros grupos de gente de quienes tenemos referencias bíblicas. Sodoma y Gomorra fueron destruidas por las iniquidades de su gente y no se pudo encontrar suficientes justos como para salvar a esas ciudades. Todos conocemos perfectamente la historia de Noé y el Arca, en la que toda la población de la tierra, con la excepción de ocho personas, fue destruida por no querer escuchar ni aceptar las enseñanzas y advertencias del Señor.

Algunos se pierden por no comprender y rehúsan aprender las enseñanzas y comprender la importancia de guardar los mandamientos del Señor, mandamientos que les aseguran un buen pasaje por la vida y el regreso al reino de nuestro Padre, lugar del cual vinieron para esta tierra. Ellos son los engañados, y no comprenden, como lo dijo Pedro:

“Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina.

Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado” (2 Pedro 2:12).

Están aquellos que se extravían por sendas prohibidas, por el esfuerzo que hacen para ser populares y aceptados por sus compañeros, aun hasta llegar a hacer cosas que saben que están equivocadas; no pueden soportar la crítica ni el ridículo, y no están dispuestos a enfrentarse con firmeza al mal. Además están expuestos a las personas que ejercen presiones insoportables, así como a las tramas de los perversos que dedican todos sus esfuerzos a promover las arteras vías de Satanás.

Tales extraviados solían andar errantes por la tierra en los días de nuestro Señor. 

Dice Juan:
“Con todo eso, aun de los gobernantes, muchos creyeron en él, pero a causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga.

“Porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios” (Juan 1 2:42-43).

Estos andan errantes por la debilidad de su carácter. El espíritu a la verdad está dispuesto, pero débil es la carne” (Mateo 26:41 ).

Estos extraviados se encuentran en el desierto de la frustración y el descontento. Conocen la ley, pero sucumben a la tentación de un efímero momento de placer para satisfacer sus apetitos y pasiones.

Después tenemos el desierto de la hipocresía, que también clama muchas víctimas. Los hipócritas, al decir una cosa y hacer otra, andan desviados del camino recto y estrecho, y con ellos arrastran muchas jóvenes e inocentes almas que al ver cuánta deshonestidad y degeneración aquejan al mundo, están predispuestas a perder la fe en la humanidad y extraviarse en el desierto.

Deberíamos leer a menudo el capítulo 23 de Mateo, en el cual el Salvador denuncia a los escribas y los fariseos como hipócritas. 
Leemos en el versículo 13:

Más ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; pues ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que están entrando.”

Muchos se encuentran errantes por seguir el mal ejemplo tanto de los jefes de familia como de los líderes comunitarios. El mal ejemplo es una zona muy popular y sumamente congestionada de público. Pornografía, fornicación, adulterio y homosexualidad, son permitidos y practicados en el mundo actual hasta tal punto, que en realidad son fieles y dignos seguidores del ejemplo de Sodoma y Gomorra. Existe demasiada corrupción; por lo tanto, necesitamos líderes fuertes, de buen carácter, que estén dispuestos a ocupar posiciones de responsabilidad y a dar el buen ejemplo de integridad, confianza y justicia.

La violación de la Palabra de Sabiduría, mandamiento que recibimos por revelación, es otra causa de que haya muchos que anden errantes por sendas prohibidas. Un pecado lleva a otro, a una nueva aventura y rumbo a la destrucción. Si todos sabemos cuáles son los efectos dañinos del alcohol, el tabaco y las drogas, me pregunto por qué tantos son los que se extravían.

El ejemplo inadecuado de los padres en el hogar es la causa principal de que los jóvenes se alejen de los principios enseñados por el evangelio de Jesucristo. El uso del alcohol y el tabaco en el hogar, los incita a hacer lo mismo, así como a consentir la liberalidad con respecto a las drogas y los narcóticos, que en la mayoría de los casos tiene como resultado que dejen el hogar y anden errantes esperando siempre que alguien los levante en el camino, con una mochila al hombro, sin rumbo ni propósito, siempre apartados del angosto y recto camino que lleva a la verdad y la justicia. Estos ya no son libres, sino que mientras dicen estar en la búsqueda de la verdad se convierten en esclavos de sus propios hábitos, lo que les hace casi imposible escapar del oscuro desierto en el que se hallan y volver a la luz y el amor verdadero que tanto necesitan.

La inmoralidad, aun cuando en estado de total desenfreno en el mundo, es severamente denunciada por el Señor como la forma más segura de perderse en el desierto. El Señor dijo: “No cometerás adulterio” (Exodo 20:14). No sólo quien comete este pecado y otras transgresiones, sino también la víctima así como muchos otros, son los afectados, y tendrán que cargar con grandes pesos y tristeza.

Hace poco leí en un diario sobre el siguiente acontecimiento que muestra el dolor y la ansiedad de una madre, que indudablemente pasó muchas horas infelices esperando y orando por su hijo errante.

“La policía informó que la madre de un joven de 16 años, acusado de violar a una mujer, les agradeció a los oficiales que mataron a su hijo después de un encuentro armado. El joven fue muerto cuando amenazó a uno de los policías con una pistola de calibre 38, en el incidente ocurrido el jueves pasado, según informó el departamento policial. La madre de la víctima les dijo a los oficiales de policía después del incidente: Me alivia que todo haya terminado. . .Ya no tendré que preocuparme más por él” (Deseret News, 26 de julio, 1974).
Sí, hay cosas que son peores que la muerte.

Algunos se extravían por confiar demasiado en sí mismos y su autosuficiencia, porque el orgullo y la arrogancia los enceguecen. Todavía no han aprendido su relación con Dios y su dependencia de Él. En las escrituras tenemos la siguiente amonestación:

“Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. “Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas” (Prov. 3:5-6).

Posiblemente el peor de todos los extraviados sea aquel que ha fracasado en regresar a la luz por su falta de deseos, determinación y autodisciplina. Ese se encuentra en verdad sumido en un oscuro y desolado desierto, y es muy probable que continúe tropezando y cayéndose hasta que llegue el día en que pueda proclamarse dueño de sí mismo y su propia voluntad.

Leonardo Da Vinci dijo en una oportunidad: “Nadie llegará jamás a tener un mayor o menor dominio que sea más importante que el dominio de sí mismo. La grandeza del éxito humano se mide por el autodominio del hombre; la profundidad de su fracaso, por su propio abandono . . . y esta ley es un reflejo de la justicia eterna.”

Salomón a su vez dijo: “Mejor es el que tarda en airarse que el fuerte; y el que se enseñorea de su espíritu, que el que toma una ciudad” (Prov. 16:32).

Jesucristo tal vez nos haya dado la mejor forma de evitar extraviarnos, cuando dijo:

Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan” (Mateo 7:13-14).


Aquellos que se mantienen en el camino recto y angosto y que comprenden que los desvíos son muy peligrosos, son los que triunfan en la vida y disfrutan de un desarrollo continuo y el logro de la meta final. Los que en cambio se apartan de ese camino y toman por los desvíos, llegan a encontrarse en senderos que llevan al fracaso y la destrucción.

Recientemente escuché dos anécdotas que se refieren a los que andan errantes, y que me gustaría relatar en esta oportunidad. La primera se refiere a un joven procedente de una familia acaudalada y de buena posición en la comunidad. De aventajado intelecto, era muy buen estudiante, se destacaba en ingeniería y tenía por delante todas las promesas de una buena carrera y una vida llena de éxito. Pero en algún momento, en alguna parte de su carrera de la vida, eligió la compañía de ciertos “liberales y ateos” que tenían como ideología hacer lo que quisieran cuando se les diera la gana.

Aun cuando recibió advertencias en repetidas oportunidades, el joven continuó en el prohibido camino de los experimentos con el alcohol, las drogas y la “vida alegre”.

Más adelante abandonó el hogar paterno, viajó a lo largo y ancho del país, y estableció su residencia en una comunidad compuesta de nómadas o extraviados, podríamos decir. En esa comunidad nadie respondía ante nadie por nada; eran completamente libres para hacer lo que más les placiera, no tenían responsabilidades y aparentemente, llevaban el tipo de vida “libre” que querían vivir.

Casi todos los casos que he oído de aquellos que flotan a la deriva alejándose del camino recto y angosto, tienen un final triste. Tal fue la tragedia que terminó con la vida del joven al que me refiero. Encontrándose bajo la influencia de las drogas y el alcohol y viajando de noche con sus compañeros, atravesó en su motocicleta por los rieles de un puente ferroviario y se mató al caer en el tenebroso río. De acuerdo con un supuesto pacto hecho con sus amigos, éstos, y sin consultar con los padres del fallecido, llevaron a cabo los servicios fúnebres, cremaron el cuerpo y esparcieron sus cenizas sobre el lugar donde había ocurrido el accidente que le costara la vida.

Imaginemos el profundo dolor de esos padres que ni siquiera pudieron reclamar el amado cuerpo para darle adecuada sepultura. Pensemos por un momento en la cantidad de padres y familiares que diariamente se lamentan por la ausencia de alguno de sus jóvenes que ha decidido extraviar y desperdiciar su vida, en busca de algo que ni siquiera sabe qué es.

Hace poco vi una película por televisión, en la cual un padre le rogaba a su hija que se alejara de quienes querían desviarla hacia el camino del mal, y que volviera al amor y la seguridad del círculo familiar. Ella le contestó: “Yo tengo el derecho de vivir mi propia vida.” A lo que respondió el padre a su vez: “Pero es que estás dañando a toda la familia, además de dañarte a ti misma.

Del mismo modo que Cristo ya sufrió y murió una vez por nosotros y nuestros pecados, es indudable que sufre nuevamente por el gran amor que nos tiene, cuando nosotros rechazamos su plan para nuestro bien, tanto temporal como eterno. ¿Por qué nos es tan difícil entender que Él nos ha prometido incontables bendiciones si tan sólo elegimos su camino en lugar de seguir el de Satanás, que lleva a una destrucción inevitable?

El otro caso al que quisiera hacer referencia, es acerca de otro hijo pródigo que se encontraba en las mismas circunstancias que el primero y que también se vio involucrado con compañeros que le convencieron de que abandonara su hogar y familia y los cambiara por la “liberación del orden establecido”. El también recorrió el camino del alcohol, el tabaco, las drogas y la inmoralidad.

La diferencia se encuentra en los finales de ambas anécdotas. Algo muy profundo del alma de este último muchacho, lo mantuvo en contacto con su familia. Algo le traía a la memoria las enseñanzas adquiridas en su niñez y juventud, y ante el extenuante esfuerzo realizado por la familia, que se deshacía en súplicas en las oportunidades en que él se comunicaba con ellos, llegó a consentir para asistir a una reunión familiar que tendría lugar durante uno de sus viajes al hogar paterno. Asistió a la reunión tal como se encontraba, sucio y desgreñado.

Aun cuando la familia desaprobaba profundamente su actitud, le extendió su bienvenida y amor. Esa fue la oportunidad en que el joven sintió y comprendió el profundo afecto que le tenía la familia, y sintió también que eso era mucho mejor que las expresiones superficiales de amistad que le manifestaban sus compañeros de la otra vida que estaba llevando. Más adelante acompañó a sus padres a la Iglesia, donde conoció a una dulce jovencita que demostró interés en él. Pronto se encontró nuevamente bañado, adecuadamente arreglado y viviendo como debía.

Si honramos a nuestros padres y nos adaptamos a las normas de decencia de una sociedad ordenada y amante de Dios, podremos evitar vernos extraviados por caminos de perdición. Por lo general, siempre nos comportamos de acuerdo con nuestra apariencia y forma de expresarnos. Si queremos pertenecer a una sociedad u organización limpia y refinada, debemos aceptar sus normas y exigencias.

El castigo y el remordimiento, de cualquier forma que sea, serán la consecuencia de aquellos que andan errantes y extraviados de las vías de la verdad y la justicia, mientras que la obediencia a las leyes de Dios traen sólo felicidad y bendiciones. Es así de simple: “Lo que el hombre sembrare, eso también segará” (Gálatas 6:7).

No podemos esperar hasta que un hijo u otro ser amado cualquiera se pierda por caminos prohibidos, para hacer todo lo posible a fin de que esos caminos no lo atraigan y tratar de que, al mismo tiempo, no pueda resistirse a las atracciones del camino de verdad y justicia. Esto debemos hacerlo por medio del amor, el precepto y el ejemplo adecuado.

Conocer, comprender y obedecer los mandamientos, así como vivir de acuerdo con el evangelio de Jesucristo, nos mantendrá en el sendero recto y angosto, en lugar de vagar tristes y solitarios en el oscuro desierto. Hemos recibido la más gloriosa promesa al respecto:

“Y todos los santos que se acuerden de guardar y hacer estas cosas, rindiendo obediencia a los mandamientos, recibirán salud en sus ombligos, y médula en los huesos;

“Y hallarán sabiduría y grandes tesoros de conocimiento, aun tesoros escondidos;
“Y correrán sin cansarse, y no desfallecerán al andar.

“Y yo, el Señor, les hago una promesa, que el ángel destructor pasará de ellos como de los hijos de Israel, y no los matará. Amén”
(D. y C. 89:18-21).

A todos los errantes que están buscando la salida del desorientado desierto en el que se hallan y que están tratando de encontrar los floridos y soleados jardines de los senderos rectos que conducen hacia la vida eterna, quisiera pedirles que dirijan su búsqueda hacia la fuente de toda luz y conocimiento, o sea, Dios y su Hijo Jesucristo; que aprendan de ellos y que guarden los mandamientos que nos han dado; porque yo doy testimonio de que ellos viven, de que su palabra es verdadera y de que no hay otro camino hacia la felicidad y la vida eterna que el que se encuentra por medio de ellos.

Dejo también mi solemne testimonio de que Jesucristo restauró su Iglesia con la plenitud del evangelio, aquí sobre la tierra y en la actualidad, con un Profeta de Dios como su Presidente. Esta Iglesia nos ofrece una segura vía para escapar de la oscuridad del desierto y volver a la luz. Invitamos a todas las personas, en cualquier lugar en que se encuentren, a unirse con los miembros de la Iglesia de Cristo, que ofrece la vida eterna. Humildemente lo ruego en el nombre de Jesucristo. Amén.

Fuente - Liahona Febrero de 1975 pág..
Pedro Avilés Zapata – Norelly Learning








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