La parábola de la abeja imprudente

Managua, Nicaragua -  05 de octubre de 2018
Norelly Learning -  Pedro Avilés Z


La parábola de la abeja imprudente
James E. Talmage



ALGUNAS veces me veo obligado a efectuar trabajos que requieren tranquilidad y soledad, cosa que excluirían mi cómoda oficina y mi agradable hogar. Mi lugar favorito es una habitación situada en la torre de un alto edificio, alejada del ruido y la confusión de las calles.

Dicha habitación es un tanto inaccesible y relativamente segura contra interrupciones. Ahí he pasado muchas tranquilas y ocupadas horas con libros y pluma en mano.

Sin embargo, esto no significa que nunca tenga visitantes, especialmente durante el verano; ya que cuando dejo las ventanas abiertas, ocasionalmente los insectos encuentran la entrada y comparten el lugar conmigo. Estos invitados son bienvenidos.

En muchas ocasiones he dejado de escribir, y olvidándome del tema, he observado con interés las actividades de estos alados visitantes, pensando que el hacerlo no sería en vano, porque, ¿no es cierto que aún una mariposa, un escarabajo o una abeja puedan enseñar grandes lecciones al alumno receptivo?

Una vez, una abeja de las colinas cercanas entró a la habitación y por intervalos durante una hora o más escuché el alegre zumbido de su vuelo. El pequeño insecto pronto se dio cuenta de que era un prisionero, y todos sus esfuerzos por encontrar la salida por la abertura de la ventana fueron inútiles.

Cuando estaba listo para cerrar la habitación y salir, abrí completamente la ventana para después guiar a la abeja hacia la libertad y seguridad, sabiendo perfectamente que si se quedaba ahí, moriría como los otros insectos que, al quedar atrapados, habían muerto por la sequedad de la atmósfera.

Cuanto más trataba de sacarla, más se oponía y resistía a mis esfuerzos. Lo que una vez fuera un dulce zumbido se convirtió en un colérico rugido y su vuelo se hizo hostil y amenazador. De pronto, cuando estaba desprevenido, me picó en la mano, la misma que la hubiera guiado hacia la libertad.

Por fin se posó en el techo donde no la podía ayudar ni herir. El agudo dolor hizo que sintiera lástima en lugar de enfado. Sabía el castigo inevitable que recibiría por su oposición y desconfianza; y tuve que abandonar la infeliz criatura a su destino.

Tres días después regresé y encontré en la mesa el cuerpo seco y sin vida de la abeja.

Por su terquedad había pagado con su vida.

A la visión y comprensión limitada de la abeja, yo era un enemigo, un perseguidor persistente, un adversario mortal decidido a destruirla; mientras que en realidad era un amigo ofreciéndole la vida que había puesto en juego por su propio error, tratando de redimirla, sacarla de la prisión de muerte y devolverla al exterior, a la libertad.

¿Somos tantos más sabios que la abeja que no hay ninguna analogía entre su comportamiento imprudente y nuestras vidas?

A veces estamos propensos a contender con vehemencia e ira, la adversidad la cual después de todo puede ser la manifestación de una sabiduría superior y un amor tierno, dirigida contra nuestra comodidad temporal para nuestra bendición permanente.

En las tribulaciones y sufrimientos de la mortalidad existe un ministerio divino que sólo el alma impía no puede comprender. Para muchos, la pérdida de las riquezas ha sido una bendición, un medio divino para sacarlos de los límites de la indulgencia egoísta hacia la claridad y el exterior en donde ilimitadas oportunidades les esperan.

Desilusión, aflicción y angustia pueden ser la expresión de la ternura de un Padre omnisciente.
¡Considerad la lección de la abeja imprudente!

"Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia.

"Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus verdades." {Proverbios 3:5-6)

 James E. Talmage
En 1911, Talmage fue convocado como miembro del Quórum de los Doce Apóstoles de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Desde 1924-1928, presidió la Misión Europea de la Iglesia. Murió el 27 de julio de 1933.

Fuente ;Liahona OCTUBRE DE 1968
Norelly Learning -  Pedro Avilés Z

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