EL VALOR DE UN PUEBLO

Managua, Nicaragua
01 de junio de 2017

El tratar de complacer a los demás antes de complacer a Dios es invertir el orden de los primeros dos grandes mandamientos.

“¿Hacia dónde miras?”

“Un Setenta, no representa al pueblo ante el profeta, sino al profeta ante el pueblo.

¡Nunca te olvides hacia donde miras!”

Cuando las personas tratan de quedar bien con los hombres, involuntariamente quedan mal con Dios. El pensar que se puede complacer a Dios y al mismo tiempo justificar la desobediencia de los hombres no es neutralidad sino duplicidad, o tener dos caras o tratar de “servir a dos señores” (Mateo 6:24; 3 Nefi 13:24)

Fuente octubre 2014 - Por el élder Lynn G. Robbins  - De la Presidencia de los Setenta

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Charles Amand Andre Didier5 October 1935 
  • Nacido 1935 Ixelles, Bélgica
  • Casada con Lucie Lodomez; dos niños
  • Presidente de la Misión Francia-Suiza
  • Primer Quórum de los Setenta 1975-presente
  • Presidencia de los Setenta 1992-1995
  • Presidente General de la Escuela Dominical 1994-1995
  • Recordado a la Presidencia de los Setenta 2001-2007
  • Estado emérito otorgado en octubre de 2009
EL VALOR DE UN PUEBLO
Élder Charles A. Didier del Primer Quórum de los Setenta

Durante mi última mudanza, encontré un libro de apuntes que había pertenecido a uno de mis estudiantes de Derecho Internacional, en cuya cubierta yo había escrito en grandes letras una cita de Aristige Briand, recipiente del Premio Nobel de la Paz, y uno de los promotores de la disuelta Liga de las Naciones. La cita dice: "Las instituciones poseen el valor exacto de los individuos que las constituyen". 

Muchas veces he meditado acerca de esta verdad al estudiar o trabajar con diversas compañías, gobiernos y aun instituciones religiosas. Pensé que, usando la misma analogía, yo podría decir que el valor de un país depende de los valores mantenidos por sus ciudadanos, y que se elevará y declinará de acuerdo a los deseos del pueblo.

Un pueblo, un país, ha hecho más por la humanidad que cualquier otra nación en toda la historia, debido a los deseos virtuosos de su gente. Permitidme hoy celebrar con vosotros el bicentenario de la creación de este país, nación que posee una Constitución divinamente inspirada; y que dé loas (alabanzas) al Señor con vosotros por lo que sus hijos han sido, son y serán.

Recuerdo haber oído en mi niñez historias acerca de la generosidad americana, relatadas por mi abuelo mientras me tenía sentado sobre sus rodillas. Con voz dulce y quebrantada me explicaba cómo impidieron los estadounidenses que miles de personas perecieran de inanición al fin de la Primera Guerra Mundial.

Recuerdo que en mi adolescencia pensaba en los sacrificios del pueblo de los Estados Unidos, al pasar montado en mi bicicleta frente a los cementerios que había no lejos de mi casa, y contemplar silenciosamente las miles de cruces blancas que en. Ordenadas hileras, marcaban el sitio del último reposo de aquellos que dieron su vida para que la mía fuera libre.

Me acuerdo de aprender, como estudiante, cómo nuestros países europeos mantuvieron su libertad económica gracias al plan del General Marshall; cómo nuestros países mantuvieron su independencia, como tantas otras naciones en el mundo azotadas por desastres de la naturaleza fueron ayudadas y rescatadas de la miseria.

Recuerdo, que ya siendo un joven, recibimos en mi casa a otros dos jóvenes, (curiosamente, todos tenían el mismo nombre de pila: ¡élder!). Ellos presentaron a nuestra familia el Libro de Mormón, evidencia divina del amor y la solicitud del Señor por sus hijos. Ellos nos declararon el mensaje de la restauración del evangelio, la divinidad de Cristo, la divinidad de la misión de José Smith, y la divinidad de la Iglesia. Ese mensaje y el ferviente deseo de estos jóvenes a responder al llamado de un Profeta, cambiaron nuestra vida.

Recuerdo, como padre y como poseedor del sacerdocio, cómo gracias a ejemplos de caridad, de sacrificio, de amor, de dedicación, de trabajo, yo aprendí la lección de que la fuente de todas las bendiciones es Dios, porque las bendiciones provienen de la obediencia a sus mandamientos.

Ahora veo los frutos de las semillas plantadas por los misioneros. Al visitar las misiones y estacas de Europa, y quisiera compartir algunos de ellos con vosotros.

Vi el fruto de compartir el evangelio y de llamar a cada joven como misionero al escuchar a un joven misionero español expresar su testimonio en Italia; al oír a otro élder recientemente llamado de la estaca de París, decir a su presidente de misión con lágrimas en los ojos, que él y su compañero habían enseñado cinco discusiones la noche anterior en un idioma que hasta tres semanas atrás, les había sido completamente extraño.

Vi los frutos de aceptar el mensaje de un profeta inspirado por el Señor, al instar a "alargar el paso", cuando escuché a un líder misionero de una rama en Bruselas decir a sus compañeros en el sacerdocio, que a él le deleitaba saber que quince familias estaban prontas para ponerse en contacto con nuevas familias e invitarlas a sus casas para que los misioneros les enseñaran.

Vi los frutos del sacrificio, al observar a presidentes de distrito esforzándose para obtener mejores resultados en todas las actividades y programas, a fin de cumplir con los requisitos para convertir sus distritos en estacas.

He visto los frutos dc la labor y dedicación al contemplar cientos de miembros yendo al templo, haciendo preparativos para las conferencias de área, edificando el Reino con un afán renovado de servir a sus semejantes. Una lista completa de los frutos sería muy larga, pero vosotros debéis saber que la semilla cayó en tierra fértil y está produciendo frutos cada vez más buenos.

Sí, yo recuerdo lo que vosotros hicisteis, y conmigo lo recuerdan millones de personas que buscaban la luz del ejemplo y la verdad. Este día ya. Pertenece al pasado para muchos, y el mañana está lleno de incertidumbre. Hoy, aún podemos cambiar el mañana, pero ¿qué clase de sociedad estamos construyendo? ¿Qué clase de mundo vamos a tener, si nosotros, como un pueblo entero, no nos defendemos contra los asaltos del mal? Moroni rasgó un trozo de su vestimenta sobre el cual escribir, para evitar que su gente cayera en la esclavitud: "En memoria de nuestro Dios, de nuestra religión, de nuestra paz; de nuestras esposas y nuestros hijos." (Alma 46:12).

Dije al comenzar que el valor de una nación depende de los valores de sus hijos. Para el pueblo de Dios, para el pueblo que desea paz para sus mujeres y sus hijos, existe sólo un camino, una Iglesia, un Señor.

El camino es el del arrepentimiento y la obediencia a los mandamientos del Señor y el de ser ejemplo para el resto de las naciones, como un pueblo que hace la voluntad del Señor.

La Iglesia es la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, restaurada por el
Profeta José Smith. El Señor es el Señor Jesucristo, de quien se ha dicho: " . . . y no hay otro nombre dado, en el cual el hombre pueda ser salvo." ( D. y C'. 18:23.)

Esto es verdad eterna y "lo que fuera más que esto o menos que esto es el espíritu de aquel inicuo que fue mentiroso desde el principio" (D. y C. 93:25).

Hoy, este día, en la escuela, en la oficina, doquiera que estemos, la elección entre la verdad y el mal se nos presentará en varias formas diferentes, periódicos, afiches, personas, radio, televisión, conversaciones, y la elección mental tiene que hacerse concreta por medio de la aceptación o el rechazo, por dictar nuestras propias reglas u obedecer las de otros, por medio de consejo y la persuasión.

¿Cuáles son los sentimientos que van a determinar esta elección diaria?

¿Amor, pasión, temor, valor, orgullo, desidia, voluntad? ¿Están estos sentimientos de acuerdo con nuestra fe y nuestro testimonio`? La clave de la contestación justa la recibimos de un Padre amante.

"El que guarda mis mandamientos recibe verdad y luz, hasta que es glorificado en la verdad y sabe todas las cosas." (D. y C". 93:38.)

La obediencia a los mandamientos debe ser la única y esencial consideración cuando debemos escoger una alternativa, y esto a su vez determinará nuestra vida eterna. Como Alma lo expresó muy claramente:

·         "No debería, en mis deseos, deshacer los firmes decretos de un Dios justo, porque sé que él concede a los hombres según sus deseos, ya sea para muerte o para vida; sí, sé que él reparte a los hombres según la voluntad de éstos, ya sea para salvación o destrucción.

Sí, y sé que el bien y el mal están ante todos los hombres; y quién no conoce el bien y el mal, no es culpable; mas al que distingue el bien y el mal le es dado según sus deseos, sea que busque el bien o el mal, la vida o la muerte, el gozo o el remordimiento de conciencia." (Alma29:4, 5.)

Recordemos la exhortación: "Cantad alegres a Dios, habitantes de toda la tierra; Servid a Jehová con alegría; venid ante su presencia con regocijo.

Reconoced que Jehová es Dios; Él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos;

Pueblo suyo somos, y ovejas de su prado. (Salmos 100:1-3.) El futuro del mundo está en las manos del hombre, y el seguir hoy a un Profeta viviente va a determinar nuestra salvación.

Es mi oración que cada uno de nosotros nos re dediquemos completamente, para que seamos recordados para siempre jamás como el pueblo que quiso servir al Señor. En el nombre de Jesucristo. Amén.

Fuente: Discursos de Conferencias Generales 1976/1978 pág. 71-72 - Élder Charles A. Didier del Primer Quórum de los Setenta

Pedro Avilés Z – Norelly Learning

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