La Obediencia, ¿Limita nuestra Libertad?
Comparto las siguientes enseñanzas de El Presidente Joseph Fieldin Smith, un historiador, filósofo y profeta para nuestro tiempo, que nos hace reflexionar de algunas verdades que aparentemente decimos comprender.
La verdad, la luz acompañada de la Libertad, se abren en este reporte, con un exquisito sabor a lo sublime que deleita al espíritu al leer los párrafos de enseñanza del Presidente J.F.Smith.
Escudriñen cada línea:
La verdadera libertad, efectivamente, se logra sólo
por medio de la obediencia a las leyes divinas.
NUESTRA ESPERANZA ESTÁ FUNDADA EN LA VERDAD. Nuestra
esperanza de la salvación debe fundarse en la verdad, la verdad completa y sólo
la verdad, porque no podemos edificar sobre el error y ascender a las cortes de
verdad eterna y disfrutar de la gloria y exaltación, del reino de nuestro Dios.
Tal cosa no puede ser. —C.R.* de octubre, 1917, pág. 3.
La Obediencia, ¿Limita nuestra Libertad?
Estimado
Hermano Smith, Encontrándonos discutiendo los alcances de la
libertad en todas las cosas, alguien mencionó en nuestra clase la siguiente
frase atribuida a Séneca:
·
"Aunque hemos nacido en sujeción, la
perfecta libertad consiste en obedecer a Dios.
·
Aquel que lo hace, será libre, salvo y feliz."
No estuvimos muy de acuerdo con el término "perfecta libertad". ¿Es posible
que haya libertad perfecta cuando somos competidos a aceptar un mismo punto de
vista, y donde la individualidad y la libre expresión son restringidas? ¿No
significa ello una interferencia a la libertad personal y al derecho que tiene
el hombre, de manifestar sus propias ideas y pensamientos?
¿Podría usted darnos una respuesta efectiva, conforme
a la filosofía del evangelio?
·
Séneca
(Lucio Ananeo) fué un escritor y filósofo romano que vivió en el
siglo I de nuestra era. No hay evidencias de que haya siquiera visto alguna vez
al Señor, pero la tradición dice que estuvo algo relacionado con el apóstol
Pablo, de quien, en tal caso, pudo haber asimilado algunas de las verdades del
evangelio.
Joseth
Fieldin Smith
Esto, sin embargo, no ha podido determinarse con
exactitud. De todas maneras, la frase a que se hace mención, es de considerable
importancia. Se nos ha enseñado la doctrina del libre albedrío personal, la
cual establece que nadie puede ser obligado, por la fuerza u otros medios, a
condescender con las leyes y la filosofía divinas. También sabemos qué hace mucho
tiempo, durante nuestra pre existencia, hubo una rebelión en los cielos, a raíz
de la cual, el causante de la misma, a quien se le había
otorgado en el principio gran autoridad, fue expulsado del reino. Sin embargo,
debemos reconocer que cada uno de los principios y las leyes del reino
celestial han manifestado, a través de las eternidades, ser perfectos.
Si un individuo demuestra ser digno de ser exaltado
en ese reino, será pura y exclusivamente por medio de la estricta obediencia a
los principios y convenios establecidos para tal fin. Por consiguiente, podemos
asegurar que cada uno de esos principios es perfecto, y, por tal motivo, no
puede ser enmendado o desestimado.
Más aun, no existe razón alguna para suponer que
bajo tales condiciones podrían aceptarse diferencias de juicio u opinión con
respecto a mandamiento divino alguno, puesto que las cosas celestiales o
eternas han alcanzado ya su nivel de perfección.
Es evidente que, si nuestro Padre ha estado formando
mundos, poblándolos y perfeccionándolos a través de las incontables edades,
cada mandamiento, cada ley divina, cada principio, han sido probados
cabalmente, a fin de que ningún individuo que haya alcanzado la exaltación
pueda considerar que siquiera uno solo de ellos necesita ser descartado o
mejorado.
Uno de los más gloriosos principios jamás revelados
a ser mortal alguno, fue dado al profeta JoséephSmith en Kírtland, Ohío, en mayo
de 1831. Esta verdad, por alguna razón difícil de explicar, ha sido criticada
por muchos que más bien debieran haber tratado de comprenderla mejor, pero
define a Joseph Smith como un verdadero profeta y revelador.
Y, aun así, el mundo se resiste a aceptarlo.
Lamentablemente, hay también miembros de la Iglesia que han puesto reparos a
esta gran verdad:
·
Y lo que
no edifica, no es de Dios, y es de tinieblas.
Lo que es
de Dios es luz; y el que recibe luz, y persevera en Dios, recibe más luz; y esa
luz brilla más y más hasta el día perfecto. (Doc. y Con. 50:23-24; cursiva del editor.)
Hay otra revelación similar a ésta, la cual se
refiere al tiempo en que todo aquel que encuentre esta luz y verdad divinas, ha
de ser exaltado:
El
Espíritu de verdad es de Dios. Yo soy el Espíritu de verdad, y Juan dio
testimonio de mí, diciendo: El recibió la plenitud de la verdad, sí, aun de
toda la verdad;
Y ningún hombre recibe la plenitud, a no ser que
guarde sus mandamientos.
El que
guarda sus mandamientos recibe verdad y luz, hasta que es glorificado en la
verdad y sabe todas las cosas. (D: C., 93:26-28.)
Aquí se nos dice que todos aquellos que sean dignos
de la exaltación, serán bendecidos con conocimiento, sabiduría, verdad y luz
para que puedan, como el Señor, saber todas las cosas, al ser bañados de luz y
verdad.
Y cuando este tiempo venga, no podrá haber
diferencias de opinión. No existirá alma ambiciosa que realmente pueda estar
insatisfecha o descontenta, o que abrigue deseos de introducir nociones
personales o cambiar las leyes que gobiernan" la perfección.
Desde el momento que el gozo de todos los que allí
moren será perfecto, no podrá surgir conflicto o discrepancia alguna entre
ellos. Las debilidades o imperfecciones de la vida mortal habrán sido entonces desechadas,
y los que hayan de ser exaltados serán bañados en luz, sabiduría y verdad para
su perfeccionamiento.
Sí una persona o grupo de personas, intentara cambiar
las cosas, el perfecto orden en todo dejaría de existir. Nadie puede encontrar
un solo principio o mandamiento que necesite ser modificado, ampliado o mejorado,
porque ellos forman parte de un eterno estado de perfección. La verdadera
libertad, efectivamente, se logra sólo por medio de la obediencia a las leyes divinas.
Y si esto es verdad en el mundo mortal, cuánto más no habrá de serlo en el
reino celestial.
Allí no hay compulsión. Todo ser que alcance la exaltación,
comprobará que no hay allí discordias, y cuando los moradores de ese reino alcancen
a ver claramente el privilegio y estado en que estarán, no podrá haber contención.
Toda ambición personal proviene de nuestros deseos mortales. Aquellos que entren en el reino de Dios,
habrán entonces aprendido las grandes lecciones de la humildad, de la
obediencia y del amor divino, porque las ambiciones y las debilidades de la
carne habrán sido superadas con la muerte.
Las palabras que el Salvador pronunciara en el Sermón
del Monte, "Sed, pues, vosotros
perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto" (Mateo 5:48), han sido frecuentemente
mal interpretadas, equivocándose o limitándose su aplicación.
El Salvador sabía que el hombre no puede, en su
estado mortal, alcanzar la perfección del radie Celestial, pero es precisamente
en este estado donde debe comenzar el proceso de nuestro perfeccionamiento. Por
lo tanto, debemos progresar de gracia en gracia, no solamente en este mundo,
sino por todas las eternidades, siendo entonces dicha perfección asequible a
toda alma fiel.
Jesús dijo a Sus discípulos:
·
Sí
vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y
conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. (Juan 8:31-32.)
Esto corrobora lo que afirmáramos antes:
·
la verdadera libertad se logra solamente por medio
de la obediencia a las leyes divinas.
No existe la compulsión en el reino de Dios. Son
precisamente la sabiduría, el amor a la verdad y la obediencia lo que nos hace
libres.
Una persona que se aparta del camino de la verdad y
de la obediencia a las leyes divinas, queda sujeto al pecado y pasa a ser
esclavo de éste. En las siguientes palabras de Santiago, hay mucha más
veracidad de lo que muchos piensan:
·
"Cualquiera
que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos"(Santiago 2:10.)
·
¿Cuál es
el verdadero significado de esta declaración? Que las bendiciones son
prometidas sólo a los que cumplen toda la ley.
El propósito de nuestra existencia terrenal es que podamos
ser probados para ver si, mediante las tentaciones, aflicciones y tribulaciones
de la mortalidad, podemos mantener una conducta fiel y comprobar sí somos
dignos de ser exaltados en el reino de Dios. Este es el objetivo que buscamos o
debiéramos buscar, y es esta integridad y perseverancia lo que trae la plenitud
de vida que Lehi define como gozo.
Fuente : Liahona,
Agosto 1962 pag. 184-185
(Tomado de the Improvement Era)
Pedro Aviles Zapata - Norelly Learning
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